Desde que nos mudamos a Marbella, han cambiado algunas cosas para nosotros. Aquí, disfrutamos del graznido de las gaviotas, en ausencia del crotoreo de las cigüeñas… Y, lo cierto, es que no está nada mal. Es uno de los sonidos más característicos de los lugares de costa.
Nos encanta verlas coger carrerilla para “despegar” y volar. Ver como planean o luchan con el viento en contra. Pero lo que más nos gusta es una cosa que hemos visto en varias ocasiones desde que vivimos aquí (nunca lo habíamos percibido cuando íbamos de vacaciones una semana a la playa, será que hay que estar más tiempo observándolas para descubrirlo). Sí, al grano… resulta que juguetean con piedras pequeñitas. Las cogen con su pico, levantan el vuelo y entonces las sueltan para volver a cogerlas antes de que lleguen al suelo. Y lo repiten hasta cansarse. Suponemos que será su forma de entrenamiento para coger peces y ejercitarse con los diferentes pesos que puedan tener. Es muy gracioso verlas jugar así.
Es muy típico también verlas volar alrededor de las embarcaciones pesqueras en busca de alimento.
Pero no sólo ha cambiado eso desde que vivimos aquí. Los olivos y encinas nos dejan para que disfrutemos de la palmeras, que las hay por todas partes.
El paseo marítimo está “plagado” de ellas. A ambos lados. Parece que fueran soldados en formación que estuvieran ahí para protegernos.
La actividad que más realizamos es la de pasear. Unas veces por la arena de la playa, dejando que las olas bañen intermitentemente nuestros pies.
O por los diferentes tramos del paseo marítimo.
También damos paseos montados en nuestras bicis, aprovechando de nuevo el paseo marítimo.
Llegando en ocasiones hasta Puerto Banús, cruzando el Río Verde en su desembocadura en el mar, donde podemos contemplar a nuestras nuevas amigas, las gaviotas, además de numerosos y preciosos patos.
Hay otra serie de pasatiempos para ocupar el tiempo de ocio como el kite surfing, que por aquí lo practica la gente muy a menudo aunque nosotros aún no lo hemos probado ni creo que lo hagamos (al menos Ana, que le da “miedito”).
También tenemos el paddle surfing, que próximamente practicaremos junto con Natalia, nuestra monitora de pilates. A ver qué tal se nos dá. Al menos ya hace buen tiempo para que cuando caigamos al agua (que caeremos) no nos quedemos pretrificados del frío.
Aunque tampoco hace falta cansarse para disfrutar de lo que nos ofrece la costa. A veces basta con sentarnos frente a la playa para relajarnos contemplando el ir y venir de las olas y escuchándolas romperse en la orilla.
Y todo esto puede mejorar aún más, si llevamos una cestita con una tortilla de patatas, un poco de jamón ibérico y unas cervecitas y disfrutamos en pareja de un picnic playero con unas vistas inmejorables. Trasladándonos con la imaginación a Tánger o Gibraltar mientras vemos a lo lejos sus siluetas.
Pero no nos olvidemos de la actividad estrella de la playa: bañarse en el mar, darse un buen chapuzón, bucear y, en definitiva, nadar. Y no hay que esperar hasta que llegue el verano. Nosotros damos fe de que desde el 6 de mayo se puede disfrutar de sus aguas, que fue cuando nos dimos el primer baño de la temporada. Y, si eres de algún país al norte de España, seguramente desde antes…
Aunque no sólo puede disfrutarse de la playa en Marbella, ya que se encuentra refugiada por las sierras Alpujata, Bermeja, Blanca, Palmitera y Real. Nosotros aún no hemos hecho ninguna ruta por ellas, pero en cuanto la hagamos prometemos contaros y enseñaros con fotos nuestra experiencia.
Y si ponemos fin a cada una de estas actividades contemplando uno de estos atardeceres, ¿¡qué más podemos pedir!?