El tercer día de nuestra estancia en Malta (el cuarto, si contamos el día de la llegada) nos lo tomamos con muuuucha calma. Ese día, hasta después de comer no fuimos a visitar ningún lugar.
Nos acercamos por la tarde a la costa occidental de Malta, en concreto a la Gruta Azul (That il-Hnejja en maltés). Se trata de una serie de cuevas marinas cuyo fondo es de un azul muy intenso (de ahí su nombre) y pueden visitarse en barca. Si quieres saber más pincha aquí.
Para llegar hasta allí nos fuimos a la parada de autobuses de La Valeta, pero el autobús que teníamos que coger ya se había marchado. Así que, decidimos tomar otro que llegaba sólo hasta Żurrieq, que es el pueblo más próximo a la gruta, e intentar llegar a pie hasta el puerto de Wied Iż-Żurrieq.
Dimos una vuelta rápida por el pueblo y nos dispusimos a ir dando un pequeño paseo hasta nuestro destino final.
Pudimos disfrutar de las vistas de los pueblos más cercanos hasta que vimos aparecer el autobús que sí que llegaba hasta la Gruta Azul. Corrimos hasta la siguiente parada para cogerlo y poder llegar antes. Nos estábamos “oliendo” que quedaba poco para que cerraran.
Lo primero que hicimos cuando llegamos fue salir corriendo hasta la zona de donde salían las embarcaciones para los “minicruceros”. Y,… efectivamente, habíamos llegado tarde ¡¡¡por un cuarto de hora!!! Grrrrrrrr…
Bueno, calma, ya que estábamos allí, no íbamos a irnos sin más. No podríamos hacer la excursión en barco pero podíamos hacer otras cosas que también merecían la pena.
Nos volvimos a la capital pensando que tendríamos que volver, que era un lugar maravilloso y que queríamos probar a navegar por esas cavernas con ese agua de un azul tan intenso.
Dicho y hecho. El lunes 21 de octubre, nuestro último día en la isla con tiempo para ver algo (el vuelo de vuelta a casa salía al día siguiente muy pronto), volvimos a acercarnos.
Esa mañana cogimos el bus y cuando llegamos a la parada de la Gruta Azul estaba diluviando… Vimos como la mayoría de los turistas se bajaban con la cara desencajada y nosotros decidimos ir a ver unos Templos Megalíticos cercanos (de los que ya te hablaremos) para ver si mejoraba el tiempo mientras y, ya después de comer, fuimos de nuevo a la Gruta Azul.
Justo antes de salir del último templo, vimos que había tormenta en las cercanías y se levantó mucho viento… Empezamos a dudar de nuestro plan.
Cuando por fín llegamos, ya no llovía nada y hacía bastante calor y sol pero seguía haciendo mucho viento y las olas rompían con mucha fuerza sobre los acantilados. Preguntamos a los marineros y nos dijeron que no habían salido en todo el día y que en las condiciones que se encontraba el mar no era seguro ir a las grutas.
Bueno, se repetía la historia. ¿Qué hicimos? Pues más o menos lo de la otra vez. Volvimos a sentarnos en las rocas y estuvimos contemplando el ir y venir de las olas, su forma de romper… Nos encontramos otra vez con “nuestro” pescador maltés.
Pero esta vez, mejoramos la experiencia en “nuestra terraza particular con vistas” con la compañía refrescante de Cisk, la cerveza más clásica de Malta.
¿Conseguiremos navegar por esas grutas? ¿A la tercera será la vencida? Tendremos que esperar a ver qué pasa cuando volvamos por las islas maltesas.