Existe un lugar en Malta, donde nos sentimos especialmente observados por cientos de ojos. Ese lugar es Marsaxlokk y esos ojos son los ojos de Osiris.
Tradición egipcia que llegó a Malta gracias a los fenicios, estos ojos tallados y pintados a cada lado de la proa de sus típicas embarcaciones llamadas luzzu, djhajsa o kajjik (dependiendo de su tamaño u otras características), protegen a los pescadores alejando los malos espíritus, el mal de ojo y atrayendo la buena suerte.
Pero no sólo se reconocen las embarcaciones tradicionales maltesas por sus singulares y protectores ojos, sino por su colorida estética pues están pintadas de diversos y vivos colores.
Decidimos acercarnos en autobús hasta allí el domingo, pues es el día que se celebra su famoso mercado de pescado.
Después de tener que dejar pasar varios autobuses repletos de malteses y extranjeros que habían tenido la misma idea, tuvimos que cambiar de parada para ver si teníamos más suerte.
En esa parada conocimos a un español y a su grupo de amigos (estaban por el país mejorando su inglés). Como nosotros, iban hacia Marsaxlokk, aunque ellos iban a hacer lo más típico del lugar en un domingo: comprar pescado fresco en el mercado e irse a St. Peter’s Pool (una piscina natural entre rocas), donde pegarse un buen chapuzón después de haber disfrutado del pescado recién cocinado en una parrilla.
Nosotros nos conformamos con ver a los pescadores limpiando y vendiendo el pescado recién capturado, a la vez que disfrutamos de esta preciosa estampa de la flota de luzzus meciéndose al ritmo del agua.
Tomamos un descanso de tanta belleza visual para centrarnos en otro sentido al que vinimos a venerar: el gusto. Conseguimos mesa en Ix-Xlukkajr, uno de los muchísimos restaurantes que hay en la localidad. Hace esquina con la calle en la que se ubica el mercado y su terraza se asienta en la plaza de su iglesia principal.
Allí disfrutamos de un plato de fresca lampuka (dorada), aunque un poco fuerte por las especias utilizadas.
Una vez terminamos, volvimos a pasear mientras los vendedores iban poco a poco recogiendo sus tenderetes. Observamos a algunos pescadores arreglando sus redes de pesca, a lugareños disfrutando de la tranquilidad del lugar y contemplamos las tradicionales embarcaciones desde mil y un puntos de vista. Era como estar dentro de una postal.